viernes, 23 de agosto de 2013

Alocución



De manera recurrente escribo muchas alocuciones, que quedan olvidadas en la mente de aquellas personas, que les parecieron en su momento geniales, con ideas novedosas e interesantes, pero hasta allí, no trascienden más allá de la intención de recordar o exhortar en ese breve espacio tiempo.

Hoy quiero compartir con ustedes uno de esos escritos cortos... con motivo de la Campaña de Promoción Arquidiocesana, solo como un ejemplo para llamar a los chicos a la solidaridad con la Iglesia o cualquier obra social.

Alocución
“Campaña Arquidiocesana”

DIOS AMA AL DADOR ALEGRE.

2 Corintios 9:6 “Pero esto digo: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno de cómo propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”. 

Esta semana comenzamos la  Fase de Solidaridad de la Campaña Arquiocesana. Tal vez muchos de nosotros hemos preguntado ¿Por qué debemos dar dinero a la iglesia?, o ¿acaso no basta con la limosna de los domingos?, tal vez algún otro mal humorado ha exclamado exclamará: ¡Ya vienen, de nuevo esos padres y monjas con sus alcancías!
Hoy quiero darles solamente tres razones:

Primera razón: Debemos ser agradecidos con lo que tenemos, y retribuir a la sociedad lo que nuestros padres y nosotros mismos hemos tomado de ella. Ser desprendido de los bienes materiales para compartirlos con otros, es agradecer a Dios lo que él mismo nos ha regalado.

Segunda razón: Ayudamos a propagar el don que hemos recibido, que es el don de la Fe. Lo que donamos a la campaña, sirve para mantener tanto obras sociales, como pastorales. Sin esa ayuda muchas almas se perderían y el anuncio del Evangelio no llegaría a aquellas comunidades más alejadas y pobres.

Tercera Razón, que es para mí la más importante: “Porque Dios ama al que da con alegría”, el que da con gratuidad. Porque dar con desprendimiento es un acto de amor, que prolonga el amor de Dios. Porque el dador alegre es un candidato maravilloso para recibir todas las manifestaciones de la bendición de Dios. La adoración no comienza en la banca, comienza en su espíritu.

Así que los invito, a merecer el amor de Dios, siendo generosos y solidarios con nuestra propia Iglesia, porque estoy seguro será la mejor inversión que podamos hacer en nuestras vidas.

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